AGENCIAS. El bloqueo vuelve a ser el más absoluto protagonista en la vida política de Israel. Dos días después de las elecciones, la posibilidad que se dibujaba en la noche electoral para que el primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu, lograra revalidar su cargo con un sexto mandato se ha ido desdibujado a medida que el escrutinio ha avanzado, lentamente.
Si la noche del martes el escrutinio, en una fase preliminar, daba al partido de Netanyahu, el Likud, 31 escaños, el resultado final, conocido este jueves, rebajó la cifra a 30, algo que, acompañado con algún otro escaño menos entre sus aliados, hace que formar gobierno sea una tarea casi imposible para el líder derechista.
Israel tiene un sistema parlamentario extremadamente fragmentado que hace enormemente complicado lograr mayorías sólidas y sostenibles. Por ejemplo, con el resultado de esta nueva elección, nada menos que 13 partidos han obtenido representación parlamentaria, con al menos cuatro de los 120 diputados de la Knéset.
CÁBALAS Y CALCULADORAS
Las esperanzas de Netanyahu de lograr los 61 votos (de diputados) que dan la mayoría absoluta que garantiza poder formar gobierno pasan por convencer a su exsecretario de Educación Naftalí Bennett para que sume los 7 diputados de su partido Yamina (literalmente, ‘hacia la derecha’), algo que parece complicado.
Más difícil lo tiene aún Netanyahu para sumar el apoyo de los 6 diputados del Partido Sionista Religioso, ya que su líder, Bezalel Smotrich, rechazó ayer tajantemente la opción, que se había sondeado también, de formar gobierno sumando los cuatro diputados del partido islamista Ra’am, el último partido de la lista de los que tienen representación.
DOS PARTIDOS DECISIVOS
De esta manera, los votos de Yamina y de Ra’m parecen decisorios para romper un escenario de bloqueo entre el bloque pro-Netanyahu, que tiene garantizados, entre comillas, 52 diputados, y el bloque anti-Netanyahu, que suma 57 apoyos.
La ventaja para este segundo es que solo necesita convencer a uno de los dos grupos para sumar la mayoría mínima, pero esta es una tarea igualmente titánica por lo heterogéneo del grupo.
LA ODISEA DE CONSENSUAR CANDIDATO/A
La desventaja, a su vez, es que mientras el primer bloque gira en torno a Netanyahu como indiscutible candidato a formar gobierno, la oposición tiene que resolver el puzzle de encontrar a un candidato o candidata que genere el consenso suficiente.
Entre este grupo, el partido más votado es el centrista Yesh Atid, que quedó segundo con 17 diputados, 1 más de los que tenía. Ante este resultado, su íder, Yair Lapid debería ser el candidato a primer ministro, pero Yamina veta esta posibilidad a cambio de ofrecer sus 7 votos.
Por ello, estaba previsto que Lapid se reuniera la noche de este jueves con la líder del Partido Laborista, Merav Michaeli, que obtuvo 7 diputados tras ganar cinco. «Estoy buscando todas las formas de armar un gobierno de cambio», declaró este jueves Michaeli a la Radio del Ejército.
A favor de Michaeli juega que, según dijo, ya logró convencer a Guideón Saar, líder del derechista Nueva Esperanza (6 diputados) y exmiembro del Likud para que rechazara a Netanyahu y se sume al bloque opositor.
Sin embargo, la opción de elegir a una laborista como primera ministra parece difícil de digerir para otros partidos derechistas que conforman este heterogéneo enjambre opositor, como el ultraderechista Yisraeli Beiteinu, (Israel, Nuestro Hogar), liderado por el exsecretario de Defensa Avigdor Lieberman.
Por ello, las opciones de Saar, o incluso de Bennett si los votos de Yamina se suman al bloque anti-Netanyahu, también están sobre la mesa.
